A veces un negocio «paja» puede parecer un negocio «aguja».
Si estamos en la búsqueda de un buen negocio, es muy probable que en alguno veamos características que brillan y que eso nos haga dejar de tener en cuenta el resto. Al igual que no es oro todo lo que reluce, no es oro todo lo dorado o amarillo, ni tampoco todo lo que es muy denso y pesado. Asimismo un buen negocio no es aquel con una sola característica buena, sino que deben cumplirse todas simultáneamente.
En mi anterior entrada ¿Cómo analizo un negocio? preguntaba cuáles eran los criterios que tienes en cuenta a la hora de elegir un negocio.
Entre las respuestas más comunes se encuentran estas:
- Cuanto dinero puedo ganar.
- Que tengan un producto vendible con buena demanda en el mercado.
- Que mi trabajo sea muy fácil.
- Que pueda ganar sin vender.
- Que paguen bien
- Que el negocio sea sostenible
Todas estas respuestas son válidas, pero también son poco concretas.
Hoy te voy a contar cuáles son los criterios que yo utilizo no para elegir un negocio, sino para descartarlo rápidamente. En el poco frecuente caso de que alguno pase el descarte, uso los mismos criterios, pero usando un orden de prioridad y un análisis más profundo, pero eso lo trataré en otra publicación.
Estos son mis criterios de descarte, aquí no aplico un orden concreto, pues cualquier criterio incumplido supone el descarte.
- Que esté claro de dónde sale el dinero. He visto infinidad de negocios en los que el afiliado hace una serie de labores de bajísima rentabilidad, como hacer click en ciertos enlaces, ver vídeos o publicar anuncios, que en el mejor de los casos los anunciantes no pagan a más de un centavo, pero que por alguna mágica razón, el afiliado recibe varios dólares.
- Que el dinero provenga de la venta externa de productos o servicios. Muchos negocios se basan en «vender» a sus propios afiliados un servicio que nadie más compra o un «maravilloso» producto que tan bueno es que el afiliado se lo queda. Lo más común es que el afiliado acabe acumulando productos que no consume o pagando por servicios que no usa. En esta clase de sistemas es evidente que si todo el dinero procede de los pagos de los afiliados, es necesario que para que unos pocos ganen mucho, muchos han de perder, aunque sea un poco.
- Que el producto o servicio tenga mercado. Es decir que no sea un producto obsoleto, con competencia gratuita o con unos márgenes muy estrechos, como los ya citados de pago por click, servicios de mensajería instantánea, o de llamadas por Internet, en los que las empresas sólo pueden ganar con volúmenes enormes de usuarios a través de la publicidad.
- Por supuesto, saber cuánto dinero gano de todo esto que sea lo mayor posible y que no tenga límites.
- En aparente contradicción, que la empresa gane suficiente, que el plan no reparta más de lo que se ingresa, y en general que sea sostenible. Los peores sistemas se apoyan en este sinsentido. Al repartir mucho, consiguen que los primeros que entran el el sistema ganen mucho y rápido, y así atraen a más personas llevadas por la codicia, pero al ser un sistema insostenible siempre acaba quebrando.
- El historial de la empresa que está detrás del negocio y el historial de sus directivos o dueños. A diario surgen «de la nada» nuevos negocios que prometen lo que sea necesario para atraer la codicia de las personas. Es importantísimo verificar el historial de la empresa, dónde está domiciliada, cuántos años lleva en el mercado. El negocio puede ser nuevo, pero la empresa que lo respalda debe haber demostrado su buen hacer. Es fundamental ser muy cuidadoso con este criterio, pues hay «profesionales» de crear negocios, quebrarlos y montar uno nuevo una y otra vez.
- Cada persona también deberá decidir si la actividad que debe llevar a cabo en el negocio encaja con sus gustos y que no esté en contra de la propia ética.
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