sábado, 31 de enero de 2015

Soy el responsable de sentir lo que siento


Lo que sentimos no está determinado por las circunstancias, tampoco por la educación recibida, como afirmaba Freud, ni por cómo nos tratan los demás. Las personas que nos rodean no son responsables, ni la sociedad, ni nuestro aspecto físico. 

Todas estas cosas pueden influir a favor o en contra, pero siempre tenemos lo que Viktor Frankl denominó la última de las libertades humanas: la elección de la actitud personal ante las circunstancias.

El estado emocional se puede cambiar en segundos. Podemos pasar de la tristeza a la alegría rápidamente si nos lo proponemos. Es posible que no sepamos cómo cambiar nuestro estado emocional en ciertas situaciones, pero eso no significa que no podamos.

Si piensas que no puedes cambiar tu forma de actuar ante las situaciones, no harás nada por cambiarla, y te quedarás atrapado en tu propia jaula. 

Si piensas que tu forma de ver las cosas es fruto de lo que has aprendido y de cómo has interpretado tu experiencias, sólo tendrás que desaprender y cambiar tu forma de interpretarlas. Se trata de hacer cosas distintas para conseguir resultados distintos.

Esto es así tanto si has tenido una vida sin graves situaciones como si has vivido experiencias brutales, yo no te digo que ante una situación horrible debas sentirte de una manera o de otra. Lo que te digo es que seas consciente de que sólo tú decides cómo te sientes.

Ante circunstancias idénticas, cada persona se siente y actúa de una manera distinta. Ante un despido hay quien va al bar a ahogar su frustración en alcohol y quien aprovecha para crear un negocio. Ante una agresión violenta hay quien se hace más violento, hay quien se encierra de miedo en su casa y hay quien funda una asociación de ayuda a las víctimas de las agresiones.

Las circunstancias son las que son, cada uno elige si quiere encontrar lo que pueda tener de positivo. Si Viktor Frankl fue capaz de hacerlo en un campo de exterminio nazi, estoy seguro de que siempre se puede hacer

Tanto la entrada de ayer como esta de hoy están inspiradas en el libro «Estrategias de eficacia emocional» de Vicens Castellano, libro que recomiendo leer. En los próximos días seguiré usando este libro como fuente para mis publicaciones y explicaré algunas técnicas efectivas para gestionar las emociones.

viernes, 30 de enero de 2015

La vida no me debe nada

Muchas veces vivimos en la exigencia: Exigimos a los demás (qué fácil ¿eh?), nos exigimos a nosotros mismos, algunos incluso decimos orgullosos «Soy muy autoexigente».

Estamos todo el día diciendo «tienes que, tengo que» aunque lo más curioso es que le exigimos a la vida decimos cosas como «tiene que llegar el buen tiempo» o «esto tiene que mejorar». Parece que la vida nos debiera algo y nos creemos con el derecho de exigirle cosas.

¿No es esto ridículo? Yo pienso que sí, pero es que además nos hace daño, por que por regla general, los demás no hacen caso de nuestras exigencias; la vida aún menos, y normalmente ni nosotros mismos hacemos caso a nuestras propias exigencias.

Y entonces ¿qué tenemos que hacer?

¡Nada! No tenemos que hacer nada, la cuestión está en lo que queremos hacer. Con tan solo cambiar el tener que por querer la cosa cambia. Si decimos cosas como «quiero que ordenes», «quiero adelgazar» o «quiero la paz en el mundo» pasamos de la exigencia al deseo, de esperar a que pase algo a actuar para que suceda.

Sé que no es fácil cambiar esta mala costumbre, y no tienes que hacerlo, pero si quieres, empieza por fijarte en los demás cuando usan este tipo de expresiones de exigencia, como «tienes que», «debes hacer», o «haces eso o te parto la cabeza». Cuando hayas entrenado, fíjate en lo que tú dices y piensa si realmente quieres hacer las cosas que dices que tienes que hacer. Date cuenta que la verdad es que haces lo que quieres hacer y que esas expresiones exigentes no son más que trampas para autoengañarte.

Cuando pensé en cómo iba a ser mi primer artículo en este blog, rondó pro mi cabeza «tiene que ser muy bueno», sin embargo, pensándolo mejor me dije, no, no tiene que serlo, nadie me lo impone, no es una obligación. Lo cierto es que quiero que sea muy bueno y aspiro a que sea mejor cada vez.