La semana pasada estuve de vacaciones en Isla Canela, Ayamonte, junto a Portugal. Un bonito sitio para pasar unos días de playa y para comer buen pescado y cerdo ibérico.
El primer día vi que había una escuela náutica, pasé a preguntar y me apunté a un curso de windsurf, deporte que ya había practicado pero en el que nunca pase de principiante.
Estuve yendo dos horas diarias durante cinco días y la verdad es que he mejorado mucho y me lo he pasado muy bien, gracias a mi monitor «El negro» y a las condiciones ideales de viento.
Sin embargo, el último día tuve un accidente: Casi al final de la clase iba arrastrando la tabla desde la orilla y se me resbaló. La tabla cayó sobre mi pie derecho, y sentí un dolor moderado. La cosa es que lo que impactó en mi pie fue la aleta trasera que está ligeramente afilada.
En principio no le di importancia y seguí navegando, terminé la clase, llevé la vela a su sitio y me fui a dar un baño.
Al salir del agua me miré el pie y vi que aquello no estaba normal: Tenía un profundo corte entre dos dedos, de unos 3 cm de largo, pero ni una gota de sangre. Volví a la escuela a que me lo miraran. Allí llamaron a los sanitarios quienes me hicieron una cura y me acercaron al apartamento para luego ir a un centro de salud a poner puntos.
El resultado: Cuatro puntos de sutura, un vendaje y una ligera cojera. Lo más doloroso, la anestesia para poner los puntos, que aún así también dolieron.
Sin embargo hubo algo especial que fue lo que me hizo escribir esto. El encargado de la escuela me dijo «Vaya, ya es mala suerte»
¿Mala suerte? ¿He estado una semana de vacaciones y es mala suerte? ¿He navegado en tabla de windsurf diez horas y es mala suerte? ¿He tenido un accidente el último día de mis vacaciones y es mala suerte? ¿A pesar del corte no he perdido una gota de sangre y es mala suerte? ¿Me ha sucedido en un lugar con asistencia inmediata y con un centro sanitario a diez minutos y es mala suerte?
Pues sinceramente, yo pienso que soy muy afortunado y que tengo muy buena suerte. Lo que me ha sucedido es sólo un accidente en el que la suerte no tiene nada que ver.
Quizá hace unos años yo mismo hubiera dicho «¡qué mala suerte!» pero entonces no sabía lo que era la suerte.
El primer día vi que había una escuela náutica, pasé a preguntar y me apunté a un curso de windsurf, deporte que ya había practicado pero en el que nunca pase de principiante.
Estuve yendo dos horas diarias durante cinco días y la verdad es que he mejorado mucho y me lo he pasado muy bien, gracias a mi monitor «El negro» y a las condiciones ideales de viento.
Sin embargo, el último día tuve un accidente: Casi al final de la clase iba arrastrando la tabla desde la orilla y se me resbaló. La tabla cayó sobre mi pie derecho, y sentí un dolor moderado. La cosa es que lo que impactó en mi pie fue la aleta trasera que está ligeramente afilada.
En principio no le di importancia y seguí navegando, terminé la clase, llevé la vela a su sitio y me fui a dar un baño.
Al salir del agua me miré el pie y vi que aquello no estaba normal: Tenía un profundo corte entre dos dedos, de unos 3 cm de largo, pero ni una gota de sangre. Volví a la escuela a que me lo miraran. Allí llamaron a los sanitarios quienes me hicieron una cura y me acercaron al apartamento para luego ir a un centro de salud a poner puntos.
El resultado: Cuatro puntos de sutura, un vendaje y una ligera cojera. Lo más doloroso, la anestesia para poner los puntos, que aún así también dolieron.
Sin embargo hubo algo especial que fue lo que me hizo escribir esto. El encargado de la escuela me dijo «Vaya, ya es mala suerte»
¿Mala suerte? ¿He estado una semana de vacaciones y es mala suerte? ¿He navegado en tabla de windsurf diez horas y es mala suerte? ¿He tenido un accidente el último día de mis vacaciones y es mala suerte? ¿A pesar del corte no he perdido una gota de sangre y es mala suerte? ¿Me ha sucedido en un lugar con asistencia inmediata y con un centro sanitario a diez minutos y es mala suerte?
Pues sinceramente, yo pienso que soy muy afortunado y que tengo muy buena suerte. Lo que me ha sucedido es sólo un accidente en el que la suerte no tiene nada que ver.
Quizá hace unos años yo mismo hubiera dicho «¡qué mala suerte!» pero entonces no sabía lo que era la suerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario