viernes, 24 de julio de 2015

Picadillo de tarjetas de crédito

Ahora que están tan de moda los programas y concursos de cocina, te propongo una receta refrescante para el verano:


El picadillo de tarjetas de crédito

Ingredientes:

  • Todas las tarjetas de crédito que tengas tú y tu pareja.
  • Las tarjetas de débito que uses para pagar en tiendas.
  • Tijeras grandes.

Pasos:

Tú ya sabes...

Variante:

Si aún no tienes un fondo de emergencia y un colchón de seguridad, mira en qué tarjeta tienes más crédito y ¡congélala!

¿Como se congela una tarjeta de crédito?

  1. Toma un sobre de plástico con autocierre, deposita la tarjeta, añade agua, cierre y mételo en el congelador. 
  2. Olvídate de que hiciste esto.

¿Que utilidad tiene esto?

Te dará la tranquilidad de saber que en caso de emergencia tienes con qué pagar, pero al estar congelada evitaras usarla para cualquier otro propósito.

Propiedades dietéticas:

El picadillo de tarjetas de crédito contribuirá a disminuir tus compras innecesarias, y en poco tiempo erradicará las cuotas y los intereses que pagas al banco.

Acabarás con más dinero disponible para emplear en aquellas cosas que de verdad te importan.

Notas de degustación:

Las tarjetas de crédito son uno de los instrumentos más perjudiciales creados por la sociedad de consumo. Permiten al consumidor gastar antes de tener dinero sin notarlo, por que no salen billetes ni monedas de su bolsillo.

Además implican unos costes altísimos, con las tasas de interés más elevadas de entre todos los préstamos.

Su uso viene de buscar el premio antes de hacer el trabajo, rompiendo la regla de que «todo esfuerzo tiene su recompensa» pero con una consecuencia de un esfuerzo aún mayor sólo por no esperar.

Es un instrumento que invita a vivir por encima de nuestras posibilidades, lo que sabemos que se paga muy caro.

Hazte este regalo y degusta tu también el picadillo de tarjetas de crédito, y si puedes, invita a tus amigos.

NOTA: La foto del picadillo es obra de una cliente que ya lo ha puesto en práctica. ¡Enhorabuena!

sábado, 18 de julio de 2015

¿Mala suerte?

La semana pasada estuve de vacaciones en Isla Canela, Ayamonte, junto a Portugal. Un bonito sitio para pasar unos días de playa y para comer buen pescado y cerdo ibérico.

El primer día vi que había una escuela náutica, pasé a preguntar y me apunté a un curso de windsurf, deporte que ya había practicado pero en el que nunca pase de principiante.

Estuve yendo dos horas diarias durante cinco días y la verdad es que he mejorado mucho y me lo he pasado muy bien, gracias a mi monitor «El negro» y a las condiciones ideales de viento.

Sin embargo, el último día tuve un accidente: Casi al final de la clase iba arrastrando la tabla desde la orilla y se me resbaló. La tabla cayó sobre mi pie derecho, y sentí un dolor moderado. La cosa es que lo que impactó en mi pie fue la aleta trasera que está ligeramente afilada.

En principio no le di importancia y seguí navegando, terminé la clase, llevé la vela a su sitio y me fui a dar un baño.

Al salir del agua me miré el pie y vi que aquello no estaba normal: Tenía un profundo corte entre dos dedos, de unos 3 cm de largo, pero ni una gota de sangre. Volví a la escuela a que me lo miraran. Allí llamaron a los sanitarios quienes me hicieron una cura y me acercaron al apartamento para luego ir a un centro de salud a poner puntos.

El resultado: Cuatro puntos de sutura, un vendaje y una ligera cojera. Lo más doloroso, la anestesia para poner los puntos, que aún así también dolieron.

Sin embargo hubo algo especial que fue lo que me hizo escribir esto. El encargado de la escuela me dijo «Vaya, ya es mala suerte»

¿Mala suerte? ¿He estado una semana de vacaciones y es mala suerte? ¿He navegado en tabla de windsurf diez horas y es mala suerte? ¿He tenido un accidente el último día de mis vacaciones y es mala suerte? ¿A pesar del corte no he perdido una gota de sangre y es mala suerte? ¿Me ha sucedido en un lugar con asistencia inmediata y con un centro sanitario a diez minutos y es mala suerte?

Pues sinceramente, yo pienso que soy muy afortunado y que tengo muy buena suerte. Lo que me ha sucedido es sólo un accidente en el que la suerte no tiene nada que ver.

Quizá hace unos años yo mismo hubiera dicho «¡qué mala suerte!» pero entonces no sabía lo que era la suerte.